Sobre el respeto

Lo que me alejó de Metallica es lo que yo llamo «la perpetua falta de respeto». No importaba lo duro que trabajara, seguía habiendo falta de respeto. No hablo de las novatadas que sufrí los primeros seis meses en el grupo, sino de una falta de respeto en general, de desprecio. La humillación constante, la llamo yo.

—Jason Newsted, músico

Una necesidad vital

La actividad intelectual es algo que realmente necesito a gritos para poder sentirme vivo. O sea, tener gente para poder usar el intelecto sin ninguna pretensión. Lo digo como una necesidad vital, de la misma manera que la gente se alimenta o respira. Necesito del intelecto y necesito gente que comparta conmigo eso.

—Agustín Comotto, ilustrador

El fantástico levantador de tristezas

Mi trabajo, cada noche, consiste en levantar tristezas de un peso impresionante. Es un acto muy esperado por el público. Supongo que les da morbo ver cómo mis músculos se tensan hasta casi estallar bajo este peso sobrehumano.

A veces, creo que no lo voy a conseguir. Todo mi cuerpo cruje y mis huesos se empiezan a quebrar.

Pero al final siempre lo logro. Y el público estalla en una gran ovación, aliviado.

Es un momento que disfruto mucho. Debo reconocer que levantar tristezas me da mucha alegría y satisfacción.

Vamos, es lo mío.

–José Luis Infante Faura, «El fantástico levantador de tristezas»

El fotógrafo fotografiado

¿Cómo es posible que todo fotógrafo que se tome a sí mismo como modelo se vea obligado a justificar constantemente esta narcisista cuestión del narcisismo, cuando a nadie se le ocurriría preguntarle a Charlie Chaplin, Jacques Tati o Woody Allen si sufren de excesivo culto del yo? Y es que la fotografía está hecha de modo tal que, por su referencia ontológica a la realidad, arrastra por delante, como una tara original su fidelidad incurable a lo real.
Poniendo al mal tiempo buena cara, y con un dominio total de su arte, el fotógrafo burlón responderá al ataque con una salva de imágenes. Y se entregará a fondo, usando, no solo la precisión enfermiza del medio, sino su duplicidad, este otro vicio que las hadas arrojaron pérfidamente sobre la cuna de la fotografía.
Sin hacerse de rogar, representa una y otra vez, para los espectadores ingenuos, la farsa del fotógrafo fotografiado.

Armelle Canitrot, «Ser dueño de uno mismo»

La incapacidad para el elogio

No existe crítico profesional que obtenga relevancia por sus comentarios positivos de obras ajenas, sino que cuanta más negatividad salvaje transmita, acaparará más atención y respeto. Por eso, el elogio se ha convertido en algo tan comprometido en la sociedad. Para muchos es un signo de debilidad. Están dispuestos a reconocerle a alguien el talento, pero para no sentirse disminuidos se ven obligados a revocar el elogio o por lo menos aplicarle la rebaja preceptiva.

– David Trueba, «A cuestas con el elogio»

Lo exótico

Yo creo que el gran peligro de la fotografía durante mucho tiempo ha sido lo exótico. Yo sé que esto que voy a decir, puede chocar a muchas personas a las que les gusta la fotografía pero si a mí ahora mismo me ofrecen ir a hacer el gran reportaje a no sé qué sitio de la India o a China o a las islas Seychelles o al cabo Norte, y me ofrecen los mismos medios para irme a trabajar con tiempo y con calma a una zona concreta del norte de la provincia de Palencia, yo sin dudar, elijo el norte de la provincia de Palencia, no tengo ninguna duda.

— José Manuel Navia

El estilo

Lo que tu llamas estilo, yo lo llamaría limitación; ten en cuenta que, a día de hoy, todavía aprendo a base de errores y aciertos; la falta de preparación la intento compensar con una constancia que disfruto mucho. Eso sí, soy bastante rutinario, me gusta salir a la calle como quien se sienta en una silla de su casa. Me atraen los temas cercanos, que de alguna forma conozca, pero que me descubran algo nuevo.

— Paco Martí, «La Vida Sencera»

Comunicarse

Pertenezco a una generación en que a los niños no se les permitía hablar salvo en contadas ocasiones y siempre y cuando pidieran permiso. Pero nadie los escuchaba y, con gran frecuencia, les cortaban la palabra. De ahí esa dificultad de elocución de algunos de nosotros, ora titubeante, ora excesivamente rápida, como si temiésemos en todo momento que nos interrumpieran. De ahí sin duda ese deseo de escribir que me entró, igual que a muchos otros, al salir de la infancia. Tienes la esperanza de que los adultos te lean. Y así no les quedará más remedio que escucharte sin interrumpirte y sabrán de una vez lo que llevas en el corazón.

— Patrick Modiano, «Discurso en la academia sueca»

Viajes mínimos

En mis viajes nunca me he alejado demasiado. He viajado a Suiza, Francia, Austria, Alemania, Holanda y también por la Italia central y meridional. Y siempre durante las vacaciones de verano o los fines de semana. Cuando viajo hago dos tipos de fotografías: las habituales, esas que todo el mundo hace, que al fin y al cabo me interesan poco o nada; y las otras, las que sí me importan, las únicas que considero verdaderamente «mías». En «mis» fotos los temas son los más cotidianos, proceden de nuestro campo visual habitual: son, en definitiva, imágenes que estamos acostumbrados a percibir de manera pasiva; aisladas del contexto habitual de la realidad circundante, replanteadas fotográficamente dentro de un discurso distinto, esas imágenes se revelan cargadas de un nuevo significado. Podemos entonces percibirlas de manera activa; es decir, podemos emprender una lectura crítica.
Por eso me interesa sobre todo el paisaje urbano, la periferia, porque es la realidad que tengo que experimentar a diario, la que mejor conozco y la que por tanto mejor puedo replantear como un «nuevo paisaje» para su análisis crítico, continuo y sistemático. Por eso me gusta tanto viajar a través del atlas, y me gustan aún más los viajes mínimos de domingo en un radio de tres kilómetros desde mi casa.

– Luigi Ghirri, «Paisajes de cartón»