La semana pasada dijimos adiós al bueno de José Luis Infante Faura, también conocido como El Tano, y aún no nos hacemos a la idea de que ya no esté entre nosotros.
Muchos conocimos a José Luis, en su faceta de flâneur entusiasta, gracias a los peripateos organizados por Paco Navamuel, otro caminante incansable. Pero José Luis fue muchas más cosas: payaso, creativo publicitario, escritor, divulgador, guía turístico, dinamizador cultural, … Y desde hace unos años, estábamos frente a un historiador en ciernes, ya que estaba cursando Historia y Geografía en la UOC, una carrera que le entusiasmaba. Realmente, tenía la capacidad de acabar siendo todo lo que se proponía, y eso, a los que solo sabemos hacer un par de cosas medio bien, nos suscitaba una mezcla de admiración y envidia.
Él fue quien nos presentó al ilustrador Lluïsot, y con ellos dos recorrimos el Raval de arriba a abajo. Gracias a José Luis también conocimos a Bernabé Martínez y su colección de máquinas de coser, y visitamos la fábrica de cerámica Can Batllori y el estudio fotográfico Daguerre, por poner algunos ejemplos. Y a su lado descubrimos calles, rondas, avenidas, esquinas y fronteras de Barcelona, desde Ciutat Meridiana hasta Zona Franca, pasando por su querido barrio de Sants. Lo cierto es que ahora va a ser casi imposible andar por cualquier rincón de la ciudad sin poder evitar sentir un gran nudo en el estómago.
Lo más jodido es que no solo hemos perdido a un compañero de caminatas sino sobre todo a un amigo con el que compartir comidas, conversaciones y experiencias. Ojalá que el protagonista de su cuento “El fantástico levantador de tristezas”, cuyo trabajo consiste en levantar, cada noche, penas de un peso descomunal ante un público expectante, haga un último esfuerzo y consiga levantar lo que estamos sintiendo estos días.
Te echaremos de menos. 😢