El pasado mes de julio se celebró en varias ciudades de Irlanda la segunda edición de Slideluck, un encuentro que combina fotografía y gastronomía en el que participé desde la distancia con uno de mis trabajos.
Los organizadores del evento colgaron ayer en Vimeo los vídeos de los trabajos seleccionados por los comisarios invitados para la ocasión. A continuación destaco las tres obras que, ya sea por su contenido, su estética o el concepto que hay detrás, me han llamado más la atención. La configuración de los vídeos hace imposible su incrustación en esta entrada, por lo que, como alternativa, he optado por colgar algunas imágenes de cada uno de los trabajos.
El primero de los trabajos a destacar se titula «The time of dreaming the world awake» y lo firma la fotógrafa Yvette Monahan. El trabajo se desarrolla en el Pico de Bugarach, una cumbre de 1.230 metros situada en el sur de Francia. Los seguidores de las teorías apocalípticas vinculadas al supuesto fin del mundo que anunciaba el calendario maya estaban convencidos de que esta montaña se salvaría del cataclismo que presuntamente iba a ocurrir el 21 de diciembre de 2012 y que ésta se convertiría en el primer bastión de una especie de paraíso para el hombre moderno. Como era de esperar, el fin del mundo nunca llegó. Sin embargo, esto no detuvo a Monahan, que continuó buscando su Arcadia particular.
Otra de las obras destacables es «The blind beast» del fotógrafo Michel Le Belhomme. Las fotografías de Le Belhomme son enigmáticas, provocan una cierta inquietud y nos llevan al terreno de la duda. ¿Los espacios que aparecen en estas imágenes existen en realidad o son solo construcciones efímeras levantadas por el autor? Le Belhomme juega constantemente con nuestra percepción de la escala y nuestro sentido de la lógica, creando así imágenes misteriosas y angustiantes.
Por último, me gustaría hablar del trabajo «The harvest of death v.2» del fotógrafo Karl Burke. Enmarcado en el ámbito de la llamada postfotografía, el trabajo de Burke muestra, a partir de capturas de pantalla del videojuego bélico en primera persona Project Reality, el paisaje después de la batalla. Inspirándose en el trabajo de un pionero de la fotografía de guerra como Timothy O’Sullivan, que utilizaba cámaras de gran formato, Burke refotografía estas capturas virtuales sobre placas de 8×10 mediante la antigua técnica del colodión húmedo, haciéndonos creer que estamos ante ferrotipos centenarios.
«París es muy pequeño, ahí reside su verdadera grandeza». Así empieza uno de los poemas recogidos en el libro «Grand bal du printemps», trabajo firmado conjuntamente por el poeta Jacques Prévert y el fotógrafo Izis Bidermanas que retrata el París de posguerra, desde finales de 1945 hasta 1951.
Varias décadas después, el fotógrafo Pascal Anders, del que ya he hablado anteriormente, se ha inspirado en el verso que abre esta entrada para titular su último libro, «Paris est tout petit», un trabajo enmarcado dentro del ámbito de la fotografía de calle y que ofrece un retrato actualizado de la Ciudad de la Luz.
Al igual que en ocasiones anteriores, todo aquel que quiera puede adquirir, de forma totalmente gratuita, una copia del libro enviando un correo electrónico a Pascal. Esta vez, el autor adjunta una fotografía original de regalo.
El nuevo sistema, llamado «Pay Per Story», permite a los visitantes ver un tráiler de un documental de su elección y exige el pago de 1,99$ para acceder de forma ilimitada a la pieza completa, con subtítulos en inglés incluidos. Estos nuevos ingresos permitirán a MediaStorm continuar produciendo trabajos de calidad. La pregunta que se hace todo el mundo es ¿estará la gente dispuesta a pagar, aunque sea una cantidad ínfima, para ver una pieza audiovisual?
Uno de los trabajos que estrena este sistema de pago es «A shadow remains» del fotógrafo Phillip Toledano. Si sois asiduos a este blog, sabréis de mi entusiasmo por su trabajo «Days with my father», un proyecto que empezó siendo una simple web y acabó convirtiéndose en un libro. Utilizando este trabajo como hilo conductor, Toledano nos habla en «A shadow remains» del impacto que el amor y la pérdida han tenido en su vida, y en la de su familia. Fotos, vídeos, música y palabras se entrelazan magistralmente, dando como resultado una bonita película que combina humor y emoción a partes iguales.
¿Vale la pena desembolsar apenas dos dólares para poder ver «A shadow remains»? Yo creo que sí. Además, el precio incluye una entrevista de quince minutos en la que Toledano hace un repaso por alguno de sus trabajos, tales como «Bankrupt», «Phonesex», «America the gift shop», «Kim Jong Phil», además de «Days with my father». Un chollo, vamos.
Saul Leiter pudo haber sido en su época todo un referente de la fotografía en color, pero nunca estuvo obsesionado por alcanzar la fama. En cambio, prefirió dedicarse a tomar café y a fotografiar a su ritmo, generando así un impresionante archivo de imágenes que hoy se amontona en su piso de Nueva York. El documental «In no great hurry – 13 lessons in life with Saul Leiter», a estrenarse este 2012, sigue de cerca a Leiter mientras éste se encarga a sus casi 90 años de ordenar su apartamento lleno de recuerdos.
Tras un largo descanso, retomo la serie de entradas «Mundos en miniatura», dedicada a hablar de artistas que crean puestas en escena con miniaturas. Hasta el momento, he hablado de autores que consideran estas construcciones como obras efímeras creadas únicamente para ser fotografiadas. Pero, como indicaba en la primera entrada, también existen aquellos que consideran estas construcciones como la obra final y que utilizan la fotografía como mero registro de la existencia de las mismas. De estos últimos nos ocuparemos en esta entrada.
Uno de los referentes en esta disciplina es la artista visual Liliana Porter. Su obra abarca una amplia variedad de técnicas que van desde el grabado, hasta el trabajo sobre lienzo, pasando por la fotografía, el vídeo o la instalación. En los ochenta Porter empieza a incluir en sus trabajos diminutas figuras que consigue en mercadillos y casas de antigüedades, un elenco de personajes que protagonizan pequeñas puestas en escena, entre las que destacan las que presentan a individuos solitarios enfrentados a espacios inmensos o a tareas inabarcables.
Otro referente es la pareja de artistas integrada por Walter Martin y Paloma Muñoz. En su trabajo «Travelers», Martin y Muñoz subvierten la imagen inocente de los tradicionales globos de nieve. Idílicas a primera vista, las escenas con miniaturas de «Travelers» muestran, si nos acercamos a ellas, el lado oscuro de la vida.
Si en el trabajo de Martin y Muñoz la maldad se intuía, en el de los hermanos Jake y Dinos Chapman se manifiesta en su máxima expresión. «Fucking Hell» es un conjunto de nueve vitrinas dispuestas en forma de esvástica que contienen una representación del infierno nazi con referencias históricas, religiosas y fantásticas. Los Chapman tardaron tres años en terminar esta obra, sucesora de «Hell», que irónicamente fue destruida en un incendio que en 2004 arrasó el almacén del coleccionista Charles Saatchi.
Mucho más pequeñas son las vitrinas que utiliza la artista Lisa Swerling en su trabajo «Glass Cathedrals». Según cuenta Swerling, esta obra está inspirada en la novela «Oscar y Lucinda» de Peter Carey, en la que los dos protagonistas se embarcan en la compleja misión de transportar una iglesia de vidrio de tamaño natural a través del inhóspito paisaje australiano. Durante el viaje, una libélula queda atrapada dentro de la catedral e, incapaz de comprender qué es un cristal, intenta una y otra vez escapar a través de éste.
El escultor Thomas Doyle también encierra en campanas de cristal sus surrealistas escenas con miniaturas que parecen estar suspendidas en el tiempo. A pesar de verse envueltos en situaciones que se escapan a la razón, los personajes que pueblan los mundos de Doyle intentan seguir con sus vidas.
A diferencia de la mayoría de artistas mencionados hasta el momento, que utilizan todo tipo de envases de cristal como parte de sus obras, la artista Kendal Murray recurre a otros objetos tales como teteras, monederos, libros o espejos compactos para construir sus narraciones con miniaturas.
Cierra esta entrada Daniel Dorall, un arquitecto obsesionado por las características formales de los laberintos. Inspiradas por las retícula urbana de su ciudad de acogida, Melbourne, las laberínticas construcciones hechas con cartón y espuma de Dorall pueden interpretarse como una metáfora de la naturaleza claustrofóbica de las ciudades modernas.
El pasado sábado participé de nuevo en Wallpeople, un proyecto global de arte colaborativo con base en Barcelona que reivindica el espacio público como medio de expresión y de interacción ciudadana. Todos los años, muros de varias calles de ciudades de todo el mundo se convierten en galerías improvisadas al aire libre donde aquellos que lo desean pueden exhibir durante unas horas sus propias obras. Al terminar el evento, cada participante puede recuperar su trabajo o llevarse el de otro autor, si éste da su permiso.
Hasta la fecha el evento se había centrado en la fotografía, pero en esta última edición han tenido cabida todo tipo de formatos y temáticas. Este año me he quedado con la foto que acompaña a esta entrada. La firma Carlos J. Navarro y forma parte de una pequeña serie sobre el Cirque du Soleil.
Empezamos este repaso con la serie «Zoologische Gärten» de la fotógrafa Candida Höfer, una de las más destacadas representantes de la Escuela de Düsseldorf. En este trabajo, Höfer deja momentáneamente de lado los interiores vacíos de bibliotecas, teatros y museos para centrar su mirada en las instalaciones de parques zoológicos de Alemania, España, Reino Unido, Francia y los Países Bajos. A pesar del cambio de escenario, las imágenes de «Zoologische Gärten», tomadas entre 1990 y 1997, continúan exhibiendo el rigor formal y la austeridad que caracterizan a la obra de la autora.
Hablamos ahora de un fotógrafo que está exponiendo actualmente en Barcelona, Michel Vanden Eeckhoudt, en cuya obra los animales tienen especial protagonismo. A caballo entre el fotoperiodismo y la poesía visual, Vanden Eeckhoudt propone con su trabajo «Zoologies» una reflexión sobre los conceptos de libertad y cautividad.
En «On Exhibit», la fotógrafa Meghan Rennie explora la relación que existe entre los entornos naturales y artificiales de los zoológicos. La autora documenta todos esos espacios construidos destinados a imitar el hábitat natural de los animales, escenarios que habitualmente pasamos por alto.
Esta tensión entre lo natural y lo artificial también está presente en el trabajo «Naturaleza Artificial» de la fotógrafa Cynthia Nudel. Las imágenes de Nudel, realizadas en el zoo de Barcelona, nos muestran escenarios que contienen elementos manufacturados y elementos naturales controlados por el hombre. Las ramas, las hojas y la tierra se mezclan con la pintura de los decorados. El cemento convive con la vegetación. Este intento de recrear lo salvaje en un entorno urbano produce una especie de naturaleza artificial que queda suspendida en terreno de nadie.
Durante más de 15 años, el fotógrafo Volker Seding se dedicó a recorrer cientos de parques zoológicos de todo el mundo a la búsqueda de imágenes conmovedoras de animales en cautiverio. El resultado de estos viajes quedó recogido en los trabajos «Captive», en color, y «Animal Kingdom», en blanco y negro.
Otro trabajo a destacar es «Zoo», de la fotógrafa JeongMee Yoon. Realizadas entre 1998 y 1999, las crudas imágenes en blanco y negro de Yoon pretenden establecer una analogía entre las estructuras sociales y las relaciones de poder que existen en los parques zoológicos y las que se observan en las sociedades contemporáneas.
Cierra esta serie de entradas el trabajo «Dark Zoo» del fotógrafo Nicolas Evariste. Durante los últimos cinco años, Evariste se ha dedicado a fotografiar animales cautivos en diferentes zoológicos de Francia. Jugando con la composición y el contraste, el autor consigue aislar a los sujetos retratados del entorno artificial en el que viven hasta dejarlos en el vacío más absoluto. El resultado es una serie sobria y elegante que destaca las expresiones de los animales.
Una de las tareas que se debería realizar (y que no siempre se lleva a cabo) antes de comenzar cualquier proyecto fotográfico consiste en la investigación y análisis del tratamiento del tema del mismo por parte de otros fotógrafos y/o en otros lenguajes o disciplinas. Yo mismo reconozco que casi nunca lo hago. Tras un taller impartido hace unos días por el fotógrafo Gustavo Germano, en el que éste nos recordó de la importancia de esta actividad, he decidido aplicarme el cuento y, tomando como referencia mi serie «Caged», he hecho una recopilación de autores, tanto consolidados como emergentes, que, en algún momento de sus carreras, han desarrollado trabajos en parques zoológicos. Más vale tarde que nunca.
Uno de los pioneros en esto de la fotografía realizada en zoos fue Garry Winogrand. Su serie «The Animals» es una colección de fotografías en blanco y negro tomadas en los diferentes zoológicos de Nueva York y el acuario de Coney Island. Tomadas entre 1962 y 1969, las fotografías de Winogrand desdibujan la frontera entre observador y sujeto observado, poniendo al descubierto, con ironía y humor, el paralelismo que a menudo existe entre el comportamiento de los seres humanos y el de los animales. Asimismo, las imágenes de animales en cautividad de «The Animals» también se pueden leer como metáforas de las segregaciones raciales y de género dominantes de la época.
Nueva York es también el punto de partida del trabajo «The Glass Between Us» de la fotógrafa Rebecca Norris Webb. En 1998, Webb hizo una visita al acuario de Coney Island y lo primero que vio fue una gran beluga flotando por encima de las cabezas de un grupo de visitantes reflejadas en el tanque de vidrio. Así empezó la investigación de la autora acerca de la compleja relación que existe entre personas y animales en las ciudades. Desde entonces, Webb ha fotografiado animales, a través de todo tipo de barreras transparentes, en Chicago, La Habana, Estambul, Nueva Delhi, París, y muchas otras ciudades de todo el mundo. Las imágenes de Webb nos muestran que, en condiciones determinadas, el cristal que separa a humanos y bestias puede ser, a la vez, ventana y espejo.
Saltamos el charco para hablar del británico Richard Billingham y su serie «Zoo». Tras la repentina muerte de su madre en 2004, Billingham tuvo la responsabilidad de limpiar el piso donde residía. Allí encontró unos álbumes en los que se alternaban fotos familiares con unas instantáneas que su madre había hecho durante varias visitas al zoo de la localidad de Dudley en los años 70. Esas imágenes movidas y mal enfocadas inspiraron al autor a empezar un proyecto que indaga en el microcosmos de este tipo de recintos. Billingham recorrió durante dos años zoológicos de pequeñas ciudades del Reino Unido, Europa y Sudamérica, muchos de ellos en mal estado de conservación, registrando en varios vídeos y numerosas fotografías el comportamiento animal ante una situación de confinamiento, haciendo así un paralelismo involuntario con la que él mismo años antes padeció, y recogió en su conocido trabajo «Ray’s a Laugh», cuando malvivía con sus padres en un claustrofóbico piso de protección oficial.
«Zoo» es también el título del trabajo de la fotógrafa Britta Jaschinski. Si los trabajos de los autores anteriores podían enmarcarse en el género del documentalismo, el de Jaschinski se caracteriza por un acercamiento más poético que crítico. La autora prefiere crear atmósferas antes que dar a conocer realidades. En las imágenes de Jaschinski, los animales posan con gran dignidad, despertando un sentimiento de respeto teñido de melancolía en el espectador.
A diferencia de los autores hasta ahora mencionados, la fotógrafa Paula McCartney fija su mirada sobre un espacio concreto de los zoológicos, el aviario. Las imágenes de su trabajo «Bronx Zoo» difuminan intencionadamente la línea que separa lo natural de lo artificial hasta el punto de que, como espectadores, no podemos distinguir lo uno de lo otro.
Cierra esta entrada el fotógrafo Cody Cloud y su serie «Shanghai Zoo». Realizadas durante el verano de 2008, las imágenes de Cloud nos muestran un zoológico casi vacío, silencioso y anticuado, un lugar totalmente opuesto a la bulliciosa, vibrante y sofisticada ciudad que lo acoge.
La fascinación por el cuerpo humano ha sido una constante durante toda la historia del arte. Desde la prehistoria hasta nuestros días, son muchos los artistas que han recurrido a la figura humana como vehículo expresivo. En esta nueva entrada de la serie «Mundos en miniatura» haré un repaso al trabajo de varios autores que utilizan el cuerpo humano como soporte para elaborar sus escenografías con miniaturas.
A mediados de la década de los setenta, Allan Teger, por aquel entonces profesor de psicología en la Universidad de Pennsylvania, empezó a interesarse por las incipientes teorías sobre realidades múltiples. En 1976, empezó a trabajar en su serie «Bodyscapes», decidido a demostrar, dentro del marco del arte, la hipótesis que sugería que varias realidades podían existir simultáneamente.
Siempre a contraluz y en blanco y negro, las imágenes de Teger pueden ser vistas, al mismo tiempo, como paisajes y como cuerpos. En el mundo de Teger, varias embarcaciones navegan por las curvas de una espalda, un grupo de alpinistas intenta escalar un pecho y un ombligo se transforma en una piscina.
Del blanco y negro más riguroso pasamos al color más vivo. A principios de los años ochenta, Ciuco Gutiérrez irrumpe en el ámbito artístico español con una fotografía construida llena de referencias al mundo del cómic, del cine y de la publicidad. Desde entonces su trabajo ha girado en torno a la escenificación de espacios y situaciones que tienen una clara relación con la estética pop y el surrealismo.
Aunque la figura femenina ya estaba presente en su trabajo «Sueños», es en «Un lugar donde vivir (estar)» cuando ésta se convierte en protagonista, adquiriendo el carácter metafórico de la madre tierra, ese lugar, parafraseando el título de la serie, donde los personajes (y objetos) de plástico viven (y están).
El color es también uno de los pilares en el que se sostiene el trabajo del fotógrafo de moda Georg Wendt. En las imágenes de Wendt podemos ver a un grupo de pintores dejando temporalmente de lado su trabajo habitual para ponerse a «maquillar» con sus brochas los rostros de varias modelos.
Cierra esta entrada el fotógrafo Vincent Bousserez. Según cuenta el propio autor, empezó a trabajar en su serie «Plastic Life» tras descubrir, gracias a un amigo, una tienda de modelismo que había enfrente de la agencia de publicidad en la que trabajaba.
El universo de Bousserez está poblado por pequeños personajes de plástico que se relacionan con todo tipo de objetos cotidianos e, incluso, con los propios humanos, como podemos ver en las imágenes que acompañan esta entrada.
Tras una larga pausa regresa la serie de entradas «Mundos en miniatura». Si en la anterior entrega vimos cómo todo tipo de alimentos eran el escenario donde se desenvolvían nuestros diminutos protagonistas, en esta ocasión el paisaje urbano es el decorado en el que se desarrollan los trabajos de los dos autores de los que voy a hablar a continuación, que por sus características podríamos ubicar dentro del campo del arte urbano.
Desde el 2006, el londinense Slinkachu se dedica a colocar estratégicamente miniaturas, que consigue en tiendas de modelismo y modifica luego a su gusto, en distintas localizaciones de su ciudad y, a continuación, las fotografía y las abandona a su suerte. El resultado es un trabajo que nos habla de la sensación de aislamiento y soledad que afecta a gran parte de la sociedad actual provocada por la abrumadora naturaleza de las grandes ciudades. Este discurso desalentador, sin embargo, está aderezado con pinceladas de ironía y humor que lo hacen más digerible.
Procediendo de modo similar a como lo hacía la pareja Minimiam, de la que hablé en una entrada anterior, Slinkachu presenta casi siempre sus trabajos en forma de dípticos. Una de las imágenes nos presenta una vista general de un paisaje urbano en el que aparentemente no pasa nada, mientras que en la otra un primer plano de la misma escena nos muestra a unos diminutos personajes intentando sobrevivir en la jungla urbana.
Con un planteamiento similar al de Slinkachu, el pontevedrés Isaac Cordal se ha dedicado los últimos años a intervenir en espacios urbanos de diversas ciudades europeas como Berlín, Londres, Bruselas, Barcelona y Vigo, entre otras, con sus esculturas de cemento de pequeñas dimensiones. Como en el caso del trabajo del británico, las instalaciones de Cordal tienen un alto componente efímero y el documento fotográfico es utilizado como testimonio de la ejecución de las mismas para su posterior visualización o exposición.
En palabras del propio autor, estas pequeñas figuras son la representación de una especie de metamorfosis en la que el ser humano abandona su papel de ciudadano mimetizándose con la ciudad y en el que lentamente se convierte en parte de su mobiliario urbano. De esta manera confirma su aislamiento voluntario de la naturaleza, camuflándose entre las aceras, las calles, las paredes, etc… convirtiendo ese entorno en su hábitat natural.