«¡Haced muchas fotos!»: así nos desean los amigos que disfrutemos de un viaje, y nosotros les hacemos caso. Cada año se hacen casi un trillón de fotografías de cualquier cosa que pueda fotografiarse: familias, comidas, paisajes, coches, dedos, gatos, pasta de dientes, tubos, cielos, semáforos, atrocidades, pomos de puertas, cascadas, una incontenible mezcolanza que no solo cataloga el mundo de las cosas visibles, sino que aumenta su abundancia. Estamos rodeados por tantas descripciones de cosas como de cosas en sí mismas.
– Teju Cole, «Quien lo encuentra se lo queda»
Las consecuencias son numerosas y complejas: más placer inmediato, más información y una experiencia de la vida más cosmopolita para muchísimas personas, pero también una exposición constante a lo ilusorio y un conocimiento íntimo de lo falso. Cada pocos segundos te llega una fotografía, y la lingua franca es la exageración. Se ha vuelto difícil plantarse envuelto en la gloria de una sola imagen, como hacían antaño quienes contemplaban un cuadro. La marea de imágenes ha aumentado nuestro acceso a maravillas y al mismo tiempo ha disminuido nuestra capacidad de sorpresa. Vivimos en un exceso inevitable.
Oscar Ciutat
Portfolio del fotógrafo Oscar Ciutat